domingo, 3 de febrero de 2013

NURIA Y HÉCTOR. EN LA CAMA



















HÉCTOR: A veces pienso que no me quieres, que todo esto es una fantasía donde yo sólo soy una sombra.

NURIA: ¿Y qué puede hacer el otro para sacarte esa idea suicida?

H: Cuando estamos juntos, como ahora, no necesito pensar nada.

N: Ya, dejas la mente en blanco sin necesidad de clases de yoga; eso está bien. Nadas a corriente de la nueva ideología oriental.

H: Según pasan los días voy descubriendo las cosas, van surgiendo sentidos que estaban muertos.

N: A veces, cuando dices esas cosas, me das miedo, como si estuvieras poseído por un cuerpo extraño.

H: Tal vez tanto pensar me haya hecho idiota.

N: No seas extremo, no estoy acostumbrada a que expresen los sentimientos con tanta solemnidad.

H: ¿Piensas que solo estoy aquí para acostarme contigo?

N: Tampoco es eso, no lo pienso, pero a veces eres tan rollito espiritual que me descolocas.

H: Me gusta acariciarte detrás de las rodillas.

N: Sí, me haces cosquillas. Son partes del cuerpo que tenía atrofiadas.

H: ¿Crees que el sexo nos hace libres, o es una atadura más? Siempre pensando en si le gustará al otro o si llegaré al orgasmo.

N: Nos hace dependientes, y eso incluso hablando de una trayectoria sexual satisfactoria.  

H: Y toda esa gente que renuncia o niega la sexualidad, ¿Qué la ve como algo pecaminoso? Ahora con la cantidad de información que existe es increíble que aún no sea algo positivo.

N: Pero falta el sentimiento, la sinceridad, todas esas propuestas que aparecen en los libros de psicología y que creemos que cumplimos a la perfección.

H: ¿Te das cuenta de lo importante que eres para mi y que no cambiaria este instante por ninguna otra cosa?

N: Pero ocurre que nos autoengañamos, sí, lo creo, los hombres y también las mujeres. El autoengaño es algo cotidiano.

H: Cómo me gusta que me acaricies así, despacio.

N: El origen está en la infancia, en un conflicto edípico no resuelto.

H: Muchas veces tengo miedo, pero a tu lado me siento distinto.

N: Lo llaman miedo al perder el confort materno, he leído algo y en el origen de todo, por lo visto, está el pensamiento freudiano, ¡qué sería de nosotros sin Freud!

H: ¿Crees que saldremos de esta, crees que encontraremos un sitio?

N: Es el miedo al poder fálico lo que a ti te pasa.

H: Ya sé que mañana sonará el despertador, pero ahora es como si estuviese en la cima del mundo.

N: Yo creo que en este tema, en el sexo, la mayoría está tratando de adoptar la posición del héroe; pero todo son ansiedades.

H: Todas esas caricias me están despertando.

N: Sabes que una cosa es leer a Freud y otra a Lacan porque tenían opiniones distintas respecto a la fase edípica.

H: ¿Crees que todo esto es sólo química? ¿No crees que existe algo más, que la sensación que tengo cuando estoy a tu lado es algo más que endorfinas?

N: Aunque el conflicto, como tal, aparece cuando interviene la figura del padre; es el miedo a la castración.

H: Deja, no digas nada (Pablo Abraira).

N: En el festival de Sundance se acaban de estrenar un montón de películas que hablan de sexo. Yo creo que es por la crisis, nos hace reflexionar sobre nuestras relaciones íntimas.

H: Es difícil hablar de sentimientos, a mi me pasa.

N: A mi ya no tanto como antes. Al final, a todos nos preocupa lo mismo. El sexo también: es universal.

H: Pero casi no hablamos de sexo.

N. Ya, y mira que lo intento contigo. No sé qué te pasa.

H. Es que me siento como si hiciera terapia.

N. Lo que te falta es soltarte

H: ¿Soltarme el qué?

N: Me refiero a la naturalidad. Pensar que lo que a ti te ocurre, lo que tú piensas, lo están pensando miles de personas al mismo tiempo.

H: Así que crees que todo el mundo está pensando, por ejemplo, en el sexo anal.

N: ¿Estás pensando en eso ahora?

H: Sí. Leí El País, hoy por la mañana, y salía una escritora australiana que estrena su obra en el Centro Dramático Nacional ycuenta cómo, a pesar de su ateísmo, encontró a Dios en el mismo momento en que fue sodomizada por primera vez”.

N: Pues ayer echaron El informe Kinsey por la tele y explicaba el desconocimiento de lo que era el sexo en América. ¿Te imaginas lo que era el sexo en los 50 en España?

H: Balarrasa.

N: ¿No habláis entre los hombres?

H: ¿De qué?

N: ¿Qué decís cuando habláis de sexo?

H: De las tías con las que nos acostamos, nada de descripciones, sólo números enteros, sin decimales.

N: Nosotras, cuando nos juntamos, siempre hay alguna que  da vidilla a la reunión contándonos cómo su nuevo novio la desnuda en la cocina mientras miran a través del horno si está lista la pizza.

H: ¿No habláis de prácticas sexuales?

N: Hablamos de satisfacción sexual y no nos cortamos un pelo.

H: ¿Y qué es lo que se lleva ahora?

N: De todo, lo que se lleva es lo que ambos quieran, sobre todo entre parejas que se han unido recientemente.
Luego están las desparejadas que buscan y encuentran muy poco, la verdad, o se llevan un chasco absoluto cuando lo hacen una de esas noches locas.
El otro día una amiga me dijo que tenía tantas ganas que no le importó que el tío estuviera tan borracho que al final, no pudo.

H: ¿Y hablas por ahí de nuestras relaciones sexuales?

N: Sí, claro. De cómo lo pasamos, de la frecuencia, de cómo cambian las necesidades. Una amiga me contó que había que ser abiertos y permitir a tu novio hacerlo con otras mujeres, que no deberíamos ser egoístas.

H: Tienes que presentarme a tu amiga.

N: Hay como una autonegación a lo que no es habitual.

H: ¿Como al fetichismo?

N: También puede ser, pero lo importante es la comunicación, ese sigue siendo el caballo de batalla de la sexualidad también hoy.

H: ¿La comunicación qué es, por el uso de la lengua?

N: Yo creo que es un síntoma más del miedo ancestral a decir lo que nos gusta, a revelar nuestras fantasías y miedos, y ya es hora de que nos demos cuenta de que todo, también el sexo, es global.

H: Como los hijos, ¿acaso son ellos la razón del sexo? o ¿lo es el pecado original?

N: ¿Por qué los tíos jamás habláis de sexo entre vosotros, solo de a cuántas os tirasteis?

H: Es que somos unos caballeros.
¿Cuántas veces puedes hacerlo en una noche? ¿Crees que podríamos intentarlo hoy?

N: No es una competición. Nunca me planteo el sexo como si fueran encuestas.

H: Sería como Encuentros en la tercera fase.

N: Prefiero la calidad, ya lo sabes.

H: Pero primero tienes que quitarte el corpiño ese, que me rasca.

N: Venga me lo quito. Ahora vuelve la moda de las fajas, como si no estuviéramos bastante constreñidas.

H: Es un revival, no lo pueden evitar, si hasta quieren volver a poner la Casa de fieras en el Retiro.

N: Entonces tendremos una involución también en el sexo.

H: O sea: tú debajo, mujer.

N: Sí, y mirando la hora, como Amélie, eso es genial.

H: ¿Qué es, algo típico femenino?


Y la noche sigue entre lentas palabras y rincones de oscuridad. El tiempo perdido se refleja por debajo de la puerta queriendo entrar en la habitación, peleándose con los sueños que, todavía vírgenes, intentan ocupar el espacio de un futuro incierto.


Imagen Natalia Pastor
Texto Roxana Popelka y Juan Carlos Suárez

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